lunes, 12 de noviembre de 2007

Un viaje que duele

Irse de España un par de semanas, volver, y ver el panorama del municipio es asombroso, parece que una se hubiera ido todo un año. Manifestaciones fusiosas, alcalde de alcaldes, inundaciones de calles, en fin, toda una lista de cosas que bien se podrían comentar. Pero si hago una análisis de lo que he visto por donde he viajado, no es nada comparado con la miseria, el hambre y las pésimas condiciones en las que viven millones de personas.




África se ha presentado en mi vida como una imagen idílica de cánticos y colores que jamás podré olvidar. Situaciones que se te quedan clavadas en el alma y que quizás no me dejen, una sensación de culpa que me arrastra al pensar en lo bien que vivimos y lo mal que lo pasan tantas y tantas personas que el quejarse de cualquier cosa en nuestra situación es signo de egoísmo.
Con apenas 1 año una niña massai se abrazó a mi pierna y no me soltó porque le había dado una caja de caramelos. El abrazo que me dió y la sonrisa que ofreció, entre esa carita llena de suciedad casi me arranca una lágrima que me tragué, para que no vieran la tristeza que me producía verles. El mismo sentimiento que me invadió ver al niño de 12 años que tocó la ventanilla del coche para decirme que tenía hambre, y al que dí todo lo que contenía mi bolsa. La misma sensación de incapacidad que me ensombreció al ver a los camareros que te atendían con una bondad inimaginable, sin apenas cobrar por su trabajo y al que destiné todo el dinero que poseía.
Y toda esa misera de un país que quiere y no puede porque no le dejan, se envuelve en sus colores dorados al atardecer, su olor a aire puro, sus sonidos de libertad. Africa enamora y perturba. Vuelves a casa con una mirada diferente, miras tu ropa, miras tus pertenencias, observas todo lo que tenemos alrededor, y uno se llena de vergüenza. Ver unos ojos llenos de hambre es incompatible con tu nevera repleta de comida.
Nuestro mundo quiere más a pasos de gigante, otros mundos pierden cada día más a la misma velocidad.
Si alguna vez tenéis la oportunidad de ir y no lleváis nada, se os encogerá el corazón. Fui preparada porque me avisaron y aún así, siempre tienes la sensación de que has dado pocos lápices de colores para la escuela, pocos dólares, pocas camisetas, poca comida. Poco, todo es poco excepto el sueldo de sus dirigentes. El Presidente de Kenia cobra más que Bush y no ve que su población tienen zapatos hechos con neumático de coches.

No hay comentarios: